lunes, 16 de julio de 2007

Virginia

José Javier Rojas



Para Reina

See Me
Feel Me
Touch Me
Heal Me

Listening to you, Pete Townshend



Vamos, nos están mirando. Tienen sus ojos fijos en nosotros. Al fin vamos a hacerlo. Frente a ellos, ahora que no pueden apartar la vista, somos el centro del universo y seremos el parteaguas de su historia. Basta de ocultarnos en las sombras, de evitarlos, de temer al qué dirán. Haremos que se estremezcan. No podemos escapar de nuestra fantasía porque estamos a punto de conseguirla. No podemos desistir de lo que siempre hemos anhelado. Juntos, lo lograremos juntos. Sí. Siguen viendo. Ellos saben que vamos a hacerlo y ni siquiera parpadean ya. Participan de lo nuestro como testigos, como queremos, como siempre hemos querido. Juntos, frente a todos. Sin escondernos temerosos, furtivos, como ladrones. No nos permitían que estuviéramos juntos, pues ahora lo estamos, aunque esté prohibido. Vamos a escandalizarlos. Seremos inolvidables. Invencibles. Ah, qué digo invencibles. ¡Inmortales!

Somos los dueños del destino, y todo va a suceder porque así queremos que sea. Caminamos desafiantes por el medio de la habitación. Saben lo que va a pasar y saben que no pueden evitarlo. Lentamente, con toda premeditación, frente a todos, te lubrico. Acaricio tus orificios y me relamo de anticipación mientras te voy acercando a mi cadera. Tú te dejas llevar, te dejas hacer, confiada en la firmeza de mis manos expertas. Mi índice juguetea contigo, y me parece que me sonríes con descaro, como si nada te importara tampoco, como no sea estar a mi completa merced. Eres mía y te gusta. Ahora ellos lo sabrán también. Tú también sientes la antelación del momento, el placer antes del placer prometido, el placer antes del placer definitivo.

Animada, das una sacudida, y tengo que separar un poco más las piernas para no perder el equilibrio y mantener el control. Respondes bien, tú también eres una experta. A cada toque, cada tirón, te mueves firme pero dócil a la vez. Briosa. Caliente. Te vas poniendo caliente. Cada vez más caliente. Abro la boca para tragar más aire, para recibirte mejor, porque la habitación empieza a llenarse tanto de ti que la nariz no me basta para respirar. Nos miran, claro que nos miran, con sus ojos desorbitados. Echas humo como una endemoniada y tengo que asirte con fuerza para que no resbales de mis manos sudorosas ya por el esfuerzo. Mis oídos están llenos de tus gemidos, de tus gritos de placer que se mezclan con los míos. Quizá sean los gritos de ellos, los que quedan con vida de ellos, pidiendo clemencia en vano. Algunos lograron escapar. Los muy malditos. Pocos, en realidad. Agoto tu última cacerina y tengo que dejarte muy a mi pesar a un lado, reluciente, exhausta, pero satisfecha, silenciosa ahora. Tomo la pistola del cinto y empiezo a rematarlos en el suelo. Trato de darles entre los ojos, para que yo sea lo último que vean antes de llegar al infierno.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sangre y Sexo... mmm, buena conbinación. 10/10