lunes, 16 de julio de 2007

Lo escuché llorar en mi boca

Monólogo en un acto
Original de Joaquín Ortega



Actúa: Patricia. Vestida con un uniforme de blusa y falda unicolor. El rostro ligeramente pálido y el escaso arreglo de su cabello resaltan su condición de reclusa.

Bajo una luz difusa brilla un portalápices y un teclado de computadora. La luz comienza a abrirse cuando la música -Callejuela, una especie de son en tono menor- irrumpe suavemente. Los primeros veinte compases acompañan a la luz directa sobre el portalápices. Poco a poco, se descubre un pequeño pupitre. A lo lejos se escuchan unos pasos. La luz cesa y da paso a la oscuridad. La música baja su volumen. Patricia se sienta a tientas en el pupitre. Cuando se enciende el foco de nuevo -gradualmente- vemos en el suelo a un lado del pupitre una muleta. Patricia escribe sobre el teclado mientras narra en voz alta. Al término de unos instantes, se vuelve hacia al público.

PATRICIA: Desde pequeña, más bien desde siempre fui bien putica. Nunca perdí ocasión de bañarme con mis primitos, a los que les acercaba duro mi totona. Jugábamos al apretaíto. Y yo, que ni teticas tenía ya sentía una calentura al ritmo de mi corazón y unas ganas como de hacerme pipí encima.

Después de desarrollarme vinieron los sustos. La maestra nos dijo que si a una se lo metían aunque fuera rapidito por allá abajo, lo que tendría después era un muchacho de los que patalean y berrean si uno no los amamanta… de los que se cagan y se despiertan a cada rato. Y, aunque a mi me parecía lindo y tierno, cargar un carricito que se me durmiera en los brazos, me daba miedo parir… y ni pensar en el dolor que venía cuando saliera el carajito.

Lo que más me daba miedo era la explicación de un doctor que vino de Caracas, el hombre decía que a veces hay que cortarle a uno la barriga, para sacarle la cabeza al pelao con todo y cuerpo.

Pero de grande, ya eso dejó de preocuparme.

De mujer, sí quería tener las cosas que me gustaban -pendejadas como un ventilador… o un televisor… o neveras de dos puertas- bien valían un buen susto, igual como eso daba unas cosquillitas tan buenas, yo le daba pa´ lante. Así tuviera que tomarme los menjurjes horrorosos que la abuela de Beatriz nos daba a las dos para que nos bajara.

¡Parece que fue ayer cuando empezamos a rayarnos la fruta con los chamos del liceo!

Yo empecé más bien tarde, porque me encantaba hacerlo besándolos a ellos… allá abajo, y yo solita tocándome despacito con salivita y con mi propio jugo. Sólo pasarían dos años antes de tener mi primer niño: Willy, igual que su papá. Grande y jodedor. Corre pa´llá y corre pa´cá desde de los dos añitos. A Willy lo tiene mi mamá y… Willy el padre, bien gracias.

Mi mamá tiene a mi chamo en la casa donde alimentó a todas sus hijas.

Todas toditas, putas como ella, pero un poquito más ahorrativas. De todas maneras, a mamá no le importaba guardar plata. Sabía que siempre iba a tener su fuentecita: ¡nosotras pues! Prefirió criarnos, y de siete barrigas, las cinco hembras siempre quisimos trabajar más acostadas que paradas. De los otros dos hermanos míos, vivieron tanto como lo que puede vivir un ladrón o un policía si tiene suerte: veinticuatro el primero, treinta y dos el segundo.

Trabajarle a un solo jefe en una ciudad del interior no resulta en buena plata, a menos que sólo quieras sacar para los taxis pa`la playa o para el tinte de pelo. Por eso me vine a Caracas, desde donde escribo.

Estas líneas Margarita, no son para que pienses que soy una mujer vengativa, sino para que entiendas por qué te dije la otra vez que Romulito era tanto marido mío como tuyo. Aunque tu nunca quisieras saber las cosas feas… o las malas que él hacía.

Yo le agarraba el plan por su cara, cuáles eran sus intenciones por las horas a las que llegaba.

Cuando aparecía temprano por el Bar, sabía que esa semana no me iba a dar plata. Cuando llegaba con el día a buscarme, diciéndome que me perfumara rico, porque iba a julepearme, estaba segura que me iba a resolver para pagar la pensión, girarle plata al niño e inclusive mandarle a hacer a Romulito, uno de sus sacos a la medida, con el sastre turco de la esquina.

Sí, esos sacos que tu misma le mandabas a la tintorería.

Como habrás visto, o más bien leído, he aprendido a usar mejor las palabras. Si la ortografía no me falla, no es porque me haya arreglado en el castellano rapidito, sino porque te escribo en la computadora de una amiga colombiana.

Ella es secretaria. Me enseñó a escribir en esta bicha y ya sé imprimir la lista de útiles del Willy y las cosas del mercado, de aquí, de adentro del recinto.

En esta cárcel las cosas no son tan jodidas como uno cree.

Al principio uno se refugia en la cachapita, porque las mujeres más asentadas y más fuertes –y sobre todo las apoyadas por los narcos- te malandrean y te abusan. Pero lo que soy yo, ni siquiera cuando tuve que empatarme con la Deysi, me olvidé del machete.

¡El machete de un varón grande y tosco, de esos que te buscan y te rozan, de los que te laten en la cueva y se ponen duros de inmediato con sólo un agarrón!

Hombre siempre es divino, ya sea que venga prendido o sobrio, cansado o eléctrico.

En lo que a mi respecta, la piel de las mujeres me resulta demasiado dulce y el olor de la de abajo, aunque todas nos parezcamos, no es un sabor que me guste pa´ dejármelo en la boca, a menos que sea de la mía y me la pruebe de retruque pa´ complacer a mi hombre.

De aquí últimamente, te cuento que todo fino… y no quiero decirte que la cosa ha sido fácil, pero tampoco demasiado atrinca.

Aquí en la cárcel hay comida, nos metemos nuestros tabaquitos –tú sabes una vara…el cacho-, si cae algún guardia venadito o viejito, nos lo turnamos pa´ hacerlo sopa, porque parrilla está prohibido. Como ves no pierdo ni la risa ni las mañas. Cuando a una le cae mal el aguardiente, la malanga es lo que manda.

Si me preguntaras qué extraño de la calle, te diría que todo y que a veces nada.

Afuera y adentro son vainas que no se corresponden cuando se ha pasado tanto trabajo. Aunque, por haber estado tanto tiempo en el medio una se va volviendo floja, aquí dentro no me molesta pararme temprano… rezar con las monjitas… leer sobre computación o coser a máquina. Ahorita mismo terminé una colcha de retazos. La primera que hice fue con los colores de la bandera –con esa me tiré a un sargento… rosadito todo su cuerpecito, el diría que hizo conmigo el amor por la patria, yo diría que lo hice con él por el verano, aunque afuera estuviera el pabellón bien frío-.

La segunda colcha, parece un paisaje: tiene una casa, un sol detrás, un río cerca y un perro jugando con un niño. Es raro, adentro no le metí cosas a la casa….ni tampoco hay gente grande.

Seguro que cuando la psicóloga venga y se lo muestre me va a decir que yo soy la casa…que soy yo la que se siente vacía, o que a lo mejor soy el río que no tiene final, o que a lo mejor yo soy el perro que está buscando un amo.

Total son tantas las vainas que dice esa loca que provoca mandarla pa´l carajo, pero… no lo hago porque esa chama es buena vaina y a veces hasta me trae monte. Ella me deja hablar... me interrumpe poco… anota y anota y anota y anota. Y yo le doy dos patadas al chirri y me quedo en mi nota, en mi nota, en mi nota…

La otra vez me escribiste preguntándome que por qué le hice esa vaina a Arístides, que él era bueno… que él era tuyo… que él era tu mundo. Y yo te repito que lo conocía por Romulito. Que él era un hombre, no hay duda…que él era tuyo, está por discutirse, porque contigo estaba a ratos y conmigo también. Yo creo que a mi me tocaba cuando tenía más miedo o estaba más bravo. A lo mejor se escondía en mi casa para protegerte a ti…a lo mejor para acompañarme cuando yo no podía ir a trabajar por la regla… ¿quién sabe?

Pero la parte más fea de su día la desahogaba conmigo… y creo, por lo que me cuentas, que las cosas tranquilas la vivía contigo.

Lo mejor de conocerlo al principio, fue que me hacía reír.

Me contaba chistes, se metía con las muchachas en el bar, repartía plata, pagaba duro a los mesoneros por el mejor blanco. Y olía que jode –viste que ya digo olía y no “guelía” como hace unos cuantos meses-. Sí, olía casi todos los días ¡y en eso se le iba un realero!

El pana se daba duro y nunca lo hizo delante de ti. Ni siquiera un toque.

A mi me daba mis latas morbosas después de cepillarse los dientes con el dedo lleno del repelín que le quedaba del pase. A mi me echó más de una línea sobre la barriga y el ombligo, para después bajar y chuparme… y a veces quedarse ahí horas y horas, porque de tanto blanco, ya no se le paraba.

Disculpa el deprave, pero una aquí habla de hombres y de las vainas que se hacen con ellos, más como una defensa que como una necesidad… aunque si la verdad te digo, el queso es grande y un hombre hace falta para dormirse y despertarse… no siempre, pero sí de vez en cuando. Aquí todo es rápido para lo sabroso, todo es un apuro para los placeres. Tirar con los guardias es cosa de echar uno parado… y esos uniformados no sueltan el armamento. Si uno quiere tirar con ellos -los dos sin ropa, lo que llamamos Combo Completo- alguno de sus compañeros debe estar dentro del cuarto pa´ cuidarnos, y como es normal, sobre todo a los más chamos -¡a los más riquiquitos!-, no se les para viendo a otro de sus compañeros, detrás de ellos.

Pero volviendo a los que nos tocaba.

Sí, Romulito… perdón, Arístides… era un macho divino que respondía con las mujeres sin compromiso.

Pero también se antojaba de las mamis de sus compadres. Compadres de fiesta -o de la vida real-, no se sabe, pero eso no le gusta a nadie y a veces tenía que llegar a arreglos con ellos… para que se les pasara la rabia, o simplemente, para enfermarles la mente y poder llevarse a sus esposas pa´ la pieza sin necesidad de meter embustes. Y Arístides –le dije Arístides, ¿viste que estoy aprendiendo?- era buenmozo. Gordito, pero buenmozo. Y no hay nada más sabroso que enjabonar una barriguita peluda en la mañana. ¿O serán vainas mías que soy hembra del campo, del sol y del fogón?

Yo sé que lo recuerdas y que su voz se te aparece entre las noches… y se te monta en la cama y sientes un peso que te ahoga y al despertar… sólo hay sudor y angustia.

A mi me pasa también.

A veces creo que es un muerto ajeno…o un guardia sinvergüenza… o una compañerita caliente. Y en cada ocasión que eso pasa, yo comparto tu arrechera… ¡y se me pega tu odio contra la vida y me muerdo los labios duro, no joda, hasta sacarme sangre con los dientes!

Creo que nunca sabremos a quién quería más, a quién le importaba más. Si tú o yo. Yo supe que él era mío, cuando lo escuché llorar en mi boca.

No sólo cuando se lo mamaba rico, sino cuando, agotado se fajaba buscándome con la lengua y me susurraba casi ido que no volvería a pegarme… ni a quemarme… ni a prestarme para que me amarraran sus compadres y me gozaran ensañados… y borrados del mundo gracias a tanta droga rara.

¡Yo seré tremenda puta, pero nunca hice nada a la fuerza! ¡Y esos coñazos que nunca te dio a ti me los calé yo completitos! ¡Yo los llevaré encima, todos los días sin sacártelos en cara, sin que mi mamá lo sepa ni mi niño se entere!

Así, que te agradezco, jeva… que no me vuelvas a escribir diciéndome que te quité al santo de tu vida, porque yo me calé su amor de hombre, pero también su bestialidad aprovechada y cobarde.

¿Sabes?

Lo escuché llorar en mi boca cuando con amor me lo cogía, y lo escuché llorar en mi boca, cuando me cansé de pedir auxilio sin que nadie entrara al cuarto a socorrerme… ¡y fue en esa noche desesperada, cuando le metí seis tiros de su mismo revólver y la muerte fue de todos y la muerte fue de nadie!

Yo cargo mis cruces de puta, de asesina y hasta de mala madre. Tú vive la tuya… de viuda y esposa irreprochable. Ahora, te agradezco que más nunca vuelvas a escribirme… a visitarme… a llamarme...

Atentamente

Patricia.

Patricia la puta, Patricia la amante, Patricia la rata bien orgullosa de ser culpable.

Patricia se levanta, toma la muleta y camina hacia la oscuridad mientras la luz se hace más fuerte sobre el pupitre. La música vuelve a escucharse y al final de unos veinte compases se difumina con la luz, volviéndose el escenario completamente oscuro.


Fin.-

Job23:58.-



http://joaquinortega.blogspot.com

9 comentarios:

Anónimo dijo...

coño¡¡¡
no me recupero¡¡¡
fuertecita la piesita no¡¡¡

Anónimo dijo...

Joaquin veo que a ti te gusta que te lo mamen

Maria D. Torres dijo...

Fuerte, cruda, real, excelente.

Anónimo dijo...

Valiente puesta en escena. No esperaba veros tomando postura en tiempos tan difíciles para su país. El doble estándar que aplica su gobierno lo he constatado trabajando para la UNICEF y la UNESCO hace dos años en los estados de Zulia, Lara, estado de Mérida y alguna parte de el estado de Miranda. lo que más me ha afectado es el temor a denunciar, el silencio que guardáis como mujeres en latinoamérica. ¡Enhorabuena! que para amarlos y tener críos, nos olvidamos de nosotras mismas, debemos afirmarnos entre todas y en los buenos hombres del futuro, los niños que crezcan bajo nuestro cuidado, a los que hay que educar en el respeto a sus hermanas, primas, amigas, madres, novias, compañeras y esposas.

Anónimo dijo...

Acta de derechos de la mujer maltratada
• Yo tengo derecho a no ser golpeada jamás
• Yo tengo el derecho de cambiar la situación
• Yo tengo el derecho de vivir libre del temor a ser golpeada
• Yo tengo el derecho de requerir y esperar una correcta atención por parte de la policía y los sistemas de atención que necesite
• Yo tengo el derecho de compartir mis sentimientos y no ser aislada de familiares, amigos y otras personas
• Yo tengo derecho a ser tratada como una persona adulta
• Yo tengo derecho a salir de un ambiente de maltrato
• Yo tengo derecho a mi privacidad
• Yo tengo el derecho de expresar mis propios pensamientos y sentimientos
• Yo tengo derecho a desarrollar mis habilidades y talento personal
• Yo tengo el derecho de denunciar a mi esposo/compañero golpeador
• Yo tengo derecho a no ser perfecta.

Fuente: "Understanding Wife Assault", de D.Sinclair y ha sido tomada del libro "Battered wives and powerless loss: what can counsellors do? de Patricia G.Ball y Elizabeth Wyman

Anónimo dijo...

You´ve got the power to be ruthless!

Anónimo dijo...

gracias a todos los lectores y lectoras...
salud y paciencia

J

Alex Goncalves dijo...

bestia...me dejaste pero voltia. brutal!

Anónimo dijo...

gracias Don Alex

un abrazo

J